febrero 21, 2010

¿Y tú buscas para tí grandezas?

El capítulo 45 de Jeremías es corto pero lleno de significado; en medio de largos capítulos este llama la atención por su reducida extensión. Transcribo a continuación la mayor parte de su contenido:

"Así ha dicho Jehová Dios de Israel a ti,  oh Baruc: Tú dijiste:   ¡Ay de mí ahora!  porque ha añadido Jehová tristeza a mi dolor;  fatigado estoy de gemir,  y no he hallado descanso. Así le dirás:  Ha dicho Jehová:  He aquí que yo destruyo a los que edifiqué,  y arranco a los que planté,  y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas?  No las busques;  porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne,  ha dicho Jehová;  pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares adonde fueres." Jer 45:2-5

El tiempo en que Dios pronuncia estas palabras es un tiempo de ruina nacional para Israel, tiempo de aflicción, cautiverio y destrucción. Baruc es utilizado por Dios para transcribir en un rollo, en dos ocasiones, las palabras que habló al profeta Jeremías. Cuando eso sucedió, Baruc y Jeremías tuvieron que esconderse durante un tiempo para evitar las posibles represalias del rey Joacim debido al mensaje que Dios le enviaba a través de ellos, un mensaje que sin duda acusaría su conciencia, pero que aún así rechazaría. Baruc era un escriba, uno que ocupaba un lugar importante en la sociedad de su tiempo, posición privilegiada que sabía iba a perder a causa de realizar la labor que Dios le había encomendado. Como resultado de ese conocimiento, Baruc se queja y se lamenta de su triste situación. Parece como si se lamentara de tener que escribir las Palabras de Dios, como si esa magna labor le fuese un suplicio. Ante tal situación, Dios desvela lo que hay en su corazón, le llama al arrepentimiento y le da esperanza. 

Valiosas lecciones se pueden extraer de este pasaje. Pienso primero en aquel que aún no tiene a Cristo, en la persona que yace muerta en sus delitos y pecados, arruinado espiritualmente hablando, con la condenación eterna por delante, con las llamas del infierno lamiendo sus pies. Para tí pecador es el evangelio de salvación, las divinas palabras de amor y de verdad; palabras de gracia y de justicia. A tí ha dado Dios el privilegio de escucharle, ha dado Dios a su propio Hijo para que lleve en tu lugar el terrible juicio que mereces por tus pecados. Qué privilegio tan grande el que todo hombre tiene hoy en día de conocer al mismo Dios hecho carne y esto por medio de la fe. En medio de la ruina y decadencia en la que te encuentras (y que debes reconocer delante de Dios), Jesucristo se presenta para darte a conocer al único y verdadero Dios y para que creyendo en Él tengas vida, escapes de la concenación.

Lastimosamente, tal cual sucedió hace muchos años, sucede en el día de hoy. Muchos aprecian más su posición, su fama, sus posesiones, sus amistades y en general, cuanto ofrece el mundo en el cual viven, en lugar recibir con humildad aquello que proviene de lo alto; escogen lo temporal en detrimento de lo eterno. Sabiendo que seguir a Cristo conlleva al rechazo y la ignominia, prefieren ignorar voluntariamente al Salvador. Dios dice al pecador: "por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,  atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios". Y también dice: "¿qué aprovechará al hombre,  si ganare todo el mundo,  y perdiere su alma?". Pecador, la ira de Dios está sobre tí, "¿Y tú buscas para tí grandezas?"

Pero tambièn para el creyente hay enseñanzas. Con demasiada frecuencia los hijos de Dios desean tener comodidades en este mundo antes que agradar a su Señor, y ni qué decir de aquellos que gustan de vivir en deleites so pretexto de que son hijos del Rey y que por lo tanto deben vivir como reyes. Nada más alejado a las enseñanzas de las Escrituras. "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo,  y sin duda nada podremos sacar. Así que,  teniendo sustento y abrigo,  estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo,  y en muchas codicias necias y dañosas,  que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero,  el cual codiciando algunos,  se extraviaron de la fe,  y fueron traspasados de muchos dolores" 1Ti 6:6-10. "Si,  pues,  habéis resucitado con Cristo,  buscad las cosas de arriba,  donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba,  no en las de la tierra" Col 3:1-2.

No puede concebirse entonces un creyente que pretenda estar agradando a Dios y viviendo en lujos y dando prioridad a las cosas materiales por encima de la comunión y el servicio a Cristo. El apóstol Pedro declaró que "los cielos y la tierra que existen ahora,  están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio" y añade "Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas,  ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios,  en el cual los cielos, encendiéndose,  serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!" 2Pe 3:11-12. Todo aquello que hagamos en este mundo será consumido, nada persistirá, y sin embargo hay demasiados creyentes que siguen amasando fortunas y viviendo en los deleites temporales que el mundo ofrece. Bien dijo el profeta Jeremías respecto a la vanagloria de Babilonia: "en vano trabajaron los pueblos,  y las naciones se cansaron sólo para el fuego". Lastimosamente eso puede pasarnos si nos empeñamos, aún teniendo la luz de Cristo, en ocuparnos de las cosas de las tinieblas de este mundo.