septiembre 06, 2012

El estanque de Betesda. Parte 1.

Lectura bíblica: Juan 5.1-9

Betesda, según un diccionario bíblico puede significar "casa de las olivas (del manantial)", "casa de la gracia (misericordia)" ó "casa del derramamiento" (Tomado de http://www.wikicristiano.org/diccionario-biblico/1138/betesda/). De acuerdo a la lectura, creo que puede entenderse como la casa donde hay abundancia de gracia, el lugar donde Dios derrama de su gracia, donde la gracia brota cual manantial y esta consideración se ajusta perfectamente a la iglesia, la casa de Dios, allí donde Dios ha puesto su nombre y donde Él manifiesta su caracter.

Betesda era un estanque al que muchos enfermos acudían en procura de obtener salud en el momento en que hubiera movimiento del agua, pues el primero que entrara después de ese evento sería sanado de cualquier enfermedad, de tal manera que los pórticos que se encontraban alrededor del estanque, estaban llenos de personas enfermas. Esto me hace pensar en la iglesia local como aquel lugar donde los van necesitados y por tanto, me hace pensar también en que la glesia debe tener las puertas abiertas a todo aquel que conciente de su necesidad va en busca de sanidad espiritual, no para ver si talves ocurre algo extraordinario sino para que por la predicación del evangelio, por el movimiento del agua de la Palabra, los perdidos sean salvos.

En los pórticos de Betesda había multitud de personas con enfermedades bien identificadas, mismas que eran conocidas y notorias para ellos; enfermedades de las que sus dolientes no podían escapar. Muy seguramente habría en medio del pueblo más personas enfermas que permanecían en sus casas o en lugares donde pudieran obtener alguna ayuda, en lugares diferentes a este estanque. Sin embargo, de los que estaban allí se dice claramente que esperaban ser sanados. Así debería suceder en la iglesia, que aquellos que acudan vayan concientes de su necesidad, habiendo agotado sus recursos, cansados de sus males en busca de Aquel que puede sanar a los enfemos, dar vista a los ciegos, hacer derechos los pasos de los cojos y que puede hacer caminar al paralítico. Pecador, ¿te das cuenta de tu necesidad? ¿eres conciente de la enfermedad mortal del pecado? ¿puedes darte cuenta que estás ciego, que andas en las tinieblas y no puedes ver la luz? ¿reconoces que tus caminos no son rectos? ¿te das cuenta que no puedes caminar en los caminos de Dios? Acude a Cristo, búscale allí donde él ha prometido estar, en medio de dos o tres que se congregan a su nombre y ve procurando tu salud; de seguro que sucederá contigo como al paralítico de la historia que conoció a Jesús, respecto a lo cual hay tres aspectos que cabe resaltar:

1. Después de describir el estanque y lo que acontecía en él y sus alrededores vuelve a escena Jesús y dice que vio a un paralítico acostado. Jesús vio al paralítico, no al contrario. Fue Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre quien se dignó mirar al que estaba postrado. Inicialmente el paralítico ni siquiera se percató de la presencia de Jesús, sin saber que su persona no le indiferente a los ojos de Aquel que había descendido del cielo. Así sucede también hoy cuando Cristo Jesús mira a los hombres postrados, sin fuerzas para seguirle y aunque la gran mayoría de los hombres no son concientes de esa realidad, al Hijo de Dios ninguno de ellos le es indiferente. Pecador, no creas que no le importas a Dios; Él envió a Su Hijo a morir en la cruz por tus pecados y los míos y cuando Jesucristo estaba entregando su vida en la cruz estaba pensando en tí, estaba mirando tu estado de postración y por esa razón no descendió de la cruz, para poder darte la salud.

2. Jesús que supo que el paralítico llevaba mucho tiempo en esa condición, 38 años exactamente. No se dice cuánto tiempo llevaba en el estanque esperando, pero si dice el tiempo que estaba enfermo. Al pensar en el tipo de enfermedad que padecía, y al considerar lo que produce la inactividad en las extremidades de una persona, uno podría razonar que aunque este hombre recuperara la facultad de mover sus piernas, llevaría mucho tiempo antes que pudiese caminar puesto que sus piernas no tendrían fuerza suficiente para sostener el peso del cuerpo y mucho menos la habilidad para caminar. Sin embargo Jesús le sanó en un instante. Al meditar en estas cosas y en su aplicación espiritual se puede decir sin temor que no importa cuánto tiempo haya pasado una persona en sus pecados, ni cuán terribles sean las consecuencias de la persistencia en esos mismos pecados en la vida de un hombre o mujer, puesto que en el mismo momento en que alguno se acerca a Cristo por la fe, es inmediatamente perdonado, salvado y habilitado para vivir para Dios. 2Co 5:17  De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

3. Jesús preguntó al paralítico ¿quieres ser sano? Ya en un versículo anterior se dice que quienes estaban allí esperaban que el agua se moviera para descender al estanque y ser sanados. A simple vista, la pregunta del Señor parece no tener sentido; es como uno que va a una panadería grande y entrando mira los estantes llenos de pan para la venta y se acerca a quien atiende el establecimiento y le pregunta ¿tiene pan? Sin embargo, la pregunta no es vana sino llena de significado y trae a la memoria la pregunta que Dios hizo al primer hombre en Edén después que hubo pecado al comer del fruto del árbol ¿dónde estás tú? (Gen 3.9) ¿Es que acaso el Omnisciente ignoraba el lugar donde se escondía Adán? ¿es que acaso Jesucristo no sabía el anhelo del corazón del paralítico? ¡Por supuesto que lo sabía! Pero es la voluntad del Salvador que quien vaya a recibir favores reconozca su necesidad. La respuesta del paralítico fue acertada: reconoció delante de su interlocutor que no le era posible ser libre de su enfermedad porque por mucho que se esforzara en ir a la fuente de salud, otro llegaba antes que él y perdía la oportunidad. Cuánto desconsuelo no habrá sentido este hombre cada vez que el agua se movía y procuraba en vano llegar de primero; cuánto esfuerzo malogrado, cuántas estrategias, planes o pensamientos frustrados porque nunca le había sido posible llegar antes que otro. Finalmente este hombre ha concluido que debe haber alguno que lo meta en el estanque. Amado pecador, esa es tu condición y esa debe ser también tu conclusión. Talves has estado intentando alcanzar la paz para tu alma, sanar esa culpa que atormenta a quien está en sus delitos y pecados y vez tras vez, intento tras intento no hay sino fracaso, desconsuelo y frustración porque la carne no puede sujetarse a la ley del Dios santo. Pero oh gracia sin igual, en el momento en que las fuerzas del hombre terminan es donde se manifiesta el poder de Dios, poder para salvar. Hay Uno que puede salvarte, que puede sanar tu llaga de pecado. No fue necesario que el paralítico fuera cargado por Jesús hasta el estanque sino que con su palabra Cristo levantó a ese hombre impedido. Así lo hace hoy también, Jesucristo quiere darte vida pero debes escuchar Su voz y reconociendo que no puedes alcanzar el favor de Dios por tí mismo, aceptarle como tu salvador, como el único que fue Justo ante Dios que murió cargando tus pecados en la cruz y resucitó para darte de su justicia.