marzo 26, 2011

Marcos 1. Jesucristo y la predicación del evangelio

Versículos 15 -16. Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo:  El tiempo se ha cumplido,  y el reino de Dios se ha acercado;  arrepentíos,  y creed en el evangelio.

Versículo 38. El les dijo:  Vamos a los lugares vecinos,  para que predique también allí;  porque para esto he venido. 


Cuando el Señor Jesucristo aunduvo en la tierra tenía un propósito muy claro: la predicación del evangelio. La palabra evangelio significa "buenas nuevas", o "buenas noticias". Y es que Jesús vino a darnos buenas noticias, a darnos a conocer la buena voluntad de Dios para con los hombres, el deseo de Dios de salvar, de perdonar los pecados, de librar de la condenación eterna. Al leer los evangelios se puede ver que durante toda su vida en la tierra, anduvo cumpliendo con ese cometido, el de la predicación. Todo tipo de personas pudo escuchar su mensaje: hombres ricos y pobres, intelectuales e iletrados, poderosos y gente común.


Después de su muerte y resurrección, y justo antes de su ascención al cielo, él dejó en sus discípulos la continuación de la predicación. Les dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura". Nótese que al igual que él, sus seguidores deben dedicarse a predicar en todo lugar y a todas las personas sin importar su condición. Que Jesucristo haya dado tanta importancia a la predicación tanto en su propia vida como en la ordenanza para sus segidores nos da una idea del valor que tiene la predicación. Lastimosamente, en estos tiempos de confusión, la predicación del evangelio se ha dejado de lado. Las iglesias se han dedicado a muchas actividades y han dejado de lado la predicación del evangelio, cuando esta debería ser la actividad principal. Aquellos que seguimos a Jesucristo, sus discípulos, debemos ocuparnos contínuamente de tan noble labor; imitar a Cristo y hacer así la voluntad de Dios llevando el mensaje de salvación a los perdidos.


Pero al hablar de predicación del evangelio hay que hacer una acotación importante. Hablar del evangelio no es limitarse a hablar de Dios. Hoy muchos dicen creer en Dios. Es más, muchas personas dicen encomendarse diariamente a Dios y confiar en él. Yendo más allá, hay muchos que incluso leen la palabra de Dios, la Biblia, diariamente; otros tienen por costumbre hacer oraciones a Dios en las mañanas. No en vano dicen creer en Dios. Sin embargo, aunque esto no carece absolutamente de valor, no es eso lo que el Señor Jesucristo quería lograr en los nombres cuando predicaba el evangelios y por lo tanto, no es lo que hoy debemos procurar que los hombres hagan cuando predicamos el evangelios.


En Hebreos 11.6 dice que "es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,  y que es galardonador de los que le buscan", lo cual nos indica que no carece de todo valor el hecho de que una persona tenga conciencia de la existencia de Dios y procure honrarle. Un claro ejemplo de ello es Cornelio, un hombre que temía a Dios y por ello hacía limosnas a los judíos necesitados y oraba a Dios siempre. Sin embargo, no por ello este hombre había sido salvado, aún estaba en sus pecados, aún estaba bajo la ira de Dios cuando Él en su gracia envió a Pedro para que le predicase el evangelio. Cuando Pedro llegó le habló de Jesucristo, de su vida en la tierra, de sus milagros que demostraban la veracidad de sus palabras, de su muerte y de su resurrección. Pedro le dijo a Cornelio que Jesucristo es a quien "Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos" y "que todos los que en él creyeren,  recibirán perdón de pecados por su nombre". 

Ese es le mensaje del evangelio, el mismo que los hombres y mujeres necesitan escuchar el día de hoy. A los creyentes de este tiempo nos corresponde decir a nuestros contemporáneos que aún no se han convertido: "arrepentíos y creed en el evangelio"; nos corresponde hablarles con claridad el poderoso evangelio de salvación, sembrar la semilla, regarla y rogar a Dios para que de el crecimiento.